Los meses de verano son duros para muchas parejas y algunas de ellas terminan las relaciones. Es por ello que hoy hemos querido hablar con Neus, una de nuestras psicólogas especialistas en terapia de pareja, para que nos cuente un poco qué fases pasamos cuando nos ocurre esto…
Romper con tu pareja duele. Mucho. De hecho, puede llegar a ser una experiencia tan traumática como la muerte de un ser querido. Y es que aprendemos a compartir nuestra vida con esa persona, nos identificamos con sus emociones, fusionamos nuestros planes de vida… y de un momento a otro tenemos que asimilar que todo eso se ha acabado y que nuestra vida va a tomar un rumbo distinto del que habíamos previsto, comenta Neus.
Pero, ¿por qué fases pasamos durante todo este proceso?
- Negación: es muy posible que de entrada, como mecanismo de protección, no seamos capaces de asimilar la pérdida. Negaremos la realidad, pensaremos que se trata de algo temporal, que esa persona “solo está confundida y volverá”. Esto en realidad es un paso previo muy necesario en nuestro proceso, ya que será el paso que permitirá amortiguar el impacto de la noticia. O lo que es lo mismo: hacerlo soportable para nosotros hasta que nos sintamos lo bastante fuertes para asimilar la realidad.
- Ira: una vez empecemos a ser conscientes de lo que sucede, es muy frecuente que pasemos a tener sentimientos de injusticia: “¿Por qué me está pasando esto?”, “Con todo lo que hice por la otra persona”, “¡Solo teníamos que luchar por la relación!”. La ira hará que tengamos pensamientos irracionales, que busquemos explicaciones con la esperanza de hallar algo de paz. Pero la ira esconde un secreto. Y es que, en realidad, es una tapadera de un sentimiento mucho más pesado y profundo: la tristeza.
- Negociación: todavía sin ser capaces de entrar en contacto con la tristeza, buscaremos nuevas formas de negociar con el dolor. Puede que adoptemos estrategias desadaptativas para no sentir, como llenarnos de estímulos agradables, salir compulsivamente de fiesta, o estar rodeados de amigos para evitar la soledad. También tendremos pensamientos recurrentes de “¿Qué hubiera pasado si…?” En un vano intento de crear una realidad alternativa en nuestra mente donde las cosas hubieran sido distintas. Esta suele ser la fase más breve del proceso, y es la que da paso a la fase más importante de todas.
- Tristeza: la temida tristeza. El monstruo más grande de nuestra historia. El hoyo en el que siempre hemos temido terminar. Aquí lloraremos, lloraremos mucho. Nos aislaremos, empezaremos a entender de verdad la realidad. Nos costará levantarnos cada día de la cama, echaremos de menos no solo a la persona, sino lo que era nuestra vida antes, quienes éramos nosotros, las cosas que sentíamos, el mundo que teníamos. Pero como todas las anteriores fases, será temporal. El último paso hacia el fin del dolor.
- Aceptación: y, de repente, después de toda esa vorágine de emociones, llega el momento en que empezamos a asentarnos. Empezamos a aceptar que las cosas han cambiado, que esa persona ya no está en nuestra vida, pero durante el tiempo que ha estado nos ha proporcionado experiencias y aprendizajes que de otra forma no hubiéramos obtenido. Aquí es donde aprendemos a convivir con todo lo que hemos pasado. Donde resurgimos de nuestras cenizas. Ahora, la ruptura ya no es un castigo divino, una catástrofe o una injusticia. Es el motor de nuestro crecimiento.