Las pruebas de imagen (resonancia magnética, radiografía o ecografía) se han convertido en una herramienta importante que sirve a los profesionales de la salud para orientar el diagnóstico clínico. Aun así, ¿es realmente toda la patología diagnosticada de forma correcta? ¿Se realiza una buena evaluación de los resultados de imagen o se comete el tremendo error de etiquetar en función de sus resultados?
Tania Pino, fisioterapeuta y osteópata de Clínica Vida’m, nos cuenta que a día de hoy existen multitud de estudios científicos que demuestran que no siempre existe una relación directa entre el dolor y las alteraciones que se puedan apreciar en una prueba de imagen. Podemos encontrar casos en los que se manifieste mucho dolor sin existencia de ninguna alteración anatómica relevante, del mismo modo que podemos encontrar alteraciones patológicas en una estructura y que ésta no produzca dolor.
En 2014, W. Brinjikji publicó en la prestigiosa revista científica Spine una revisión en la que se valoraban más de 3.000 pacientes sin dolor de espalda. Curiosamente, resulto ser que, a pesar de ser asintomáticos, la gran mayoría presentaba alteraciones de columna tales como: degeneración discal, disminución de la señal del disco, perdida de altura del disco, abombamiento discal, protusión discal, fisura anular del disco, degeneración facetaria o espondilolistesis.
¿Les resultan familiares todos estos síntomas, tan frecuentemente reflejados en los informes de resonancia magnética? Pues bien, no siempre serán los causantes de nuestro dolor.
En un estudio realizado en 2020, Horga L. et al. realizaron resonancias magnéticas en 230 rodillas sanas y en el 97% de los casos aparecieron signos de alguna lesión: 30% roturas meniscales, 18% meniscos degenerados, 62% lesiones del cartílago, 52% edema óseo, 46% anormalidades tendinosas, 38% anormalidades ligamentarias. Por lo que, si eres una persona sana, sin síntomas, y te haces una resonancia, es posible que tus rodillas muestren signos de lesión.
Esto nos viene a decir que los pacientes que sí presentan síntomas, podrían estar siendo etiquetados con patologías que por sí solas, no tendrían por qué producir ningún tipo de dolor.
A veces se atiende más a la imagen que a la clínica que el mismo paciente presenta.
“Las pruebas de imagen son pruebas complementarias y no un diagnóstico en sí mismo. Por ello es importantísimo aprender que la imagen debe interpretarse juntamente con la clínica que presenta el paciente, y no de forma aislada, es decir, sin dejarnos influenciar únicamente por el resultado de imagen”, comenta Tania.
Los radiólogos hacen un trabajo insustituible, pero hoy en día se ha llegado a un punto en el que el clínico se ha hecho completamente “imagendependiente” y la última palabra acaba por tenerla una radiografía, una ecografía o una resonancia.
Será imprescindible darle sentido y sensatez a nuestro trabajo diario, y dejar de contentar a la gente con diagnósticos, para justificar nuestras limitaciones a la hora de darles solución.
No se tratan resonancias, se tratan pacientes.